Por David Vergara, Meditación y Sabiduría Perenne
Una definición que adquiere consenso entre todas las tradiciones de sabiduría es la que presenta a la meditación como el arte de sostener la atención en el Presente, como la práctica que nos facilita poder ser continuamente conscientes de la realidad que acontece.
Para entender mejor por qué las tradiciones nos sugieren ser más conscientes de la existencia, no obstante, debemos tener en cuenta que estas tradiciones consideran que el ser humano parte de una ignorancia cognitiva debido a la consolidación de su estructura mental-psicológica. Huelga decir, que esta ignorancia no se adjetiva de forma peyorativa, sino que es entendida como sistémica, propia de la condición humana. Debido a este condicionamiento y, como no podemos hacer otra cosa que elaborar significados con la información que tenemos, elaboramos significados con la información superficial que en principio registramos. Desde ahí, damos categoría de real a lo que en principio aparenta ser. Y lo que aparenta ser, es que somos un organismo exclusivamente individual y, por tanto, totalmente separado del resto de la existencia. Es decir, comprendemos la realidad desde una dualidad cognitiva, ya que consideramos que la existencia está claramente dividida en dos partes. Por un lado se encuentra el organismo psicofísico desde el cual nos hacemos conscientes de existir, al que denominamos "yo"; y por otro, aquello que se encuentra más allá de dicho organismo, denominado como "no-yo". Prácticamente todo en nosotros, nuestros actos, pensamientos, cosmovisión, sentimientos y hábitos, se construyen a partir de la dualidad "yo" versus "no-yo". Efectivamente, es absurdo negar que más allá de nosotros, se desarrolla una realidad muchísimo más compleja que nuestra propia individualidad. Es lógico, coherente, sensato, por tanto, considerar que una cosa somos nosotros y otra la realidad que se desarrolla ajena a nosotros. La cuestión no es discernir si el individuo y el mundo difieren: eso es evidente, imprescindible, necesario para que se pueda dar esta extraordinaria experiencia a la que llamamos vida. |
El meollo de la cuestión, lo que es crucial discernir es si esta separación es tan real como aparenta ser. Las tradiciones no-duales afirman con claridad meridiana que esta diferenciación entre el individuo y el mundo, que esta dualidad entre el conocedor y lo conocido es exclusivamente funcional, superficial, ilusoria, aparente, relativa, pues esencialmente, de fondo, todo está unido. Todo es Uno. Conocedor y conocido, sujeto y objeto, experiencia y experimentador, aunque visiblemente distintos, aunque superficialmente opuestos, aunque en ocasiones aparentemente antagónicos, son esencialmente idénticos. Desde esta perspectiva, percibir la realidad desde la dualidad sin conocer la no-dualidad esencial es considerado propio de aquellos que no han despertado y, por consiguiente, que viven ignorantes. Una ignorancia que no sale gratis, pues considerar real lo que es meramente superficial conlleva hacer, pensar, sentir y vivir de acuerdo con un error cognitivo. Error, desde el que parten todos los conflictos a los que nos enfrentamos los seres humanos.
De lo dicho podemos deducir que partimos de un estado ordinario de conciencia en el que percibimos la realidad únicamente desde la superficie, y que, podemos obtener una comprensión más amplia a medida que profundizamos en ella y, por consiguiente, a medida que ampliamos el espectro consciente. La verdad no está a la vista, hay que descubrirla, desvelarla. No por casualidad, su etimología nos remonta hasta el griego aletheia (αληθεια) que significa «des-velar», «des-cubrir», «des-ocultar», o con mayor precisión «des-olvidar». La verdad es correr el velo de las apariencias, descubrir lo que subyace a lo evidente, hacer patente lo que es latente. Por eso las tradiciones de sabiduría nos instan a sostener la atención en el Presente, por eso nos sugieren mantenernos siempre conscientes, pues únicamente permaneciendo atentos y lúcidos podemos advertir lo que subyace bajo las apariencias. Y ese mantenernos lúcidos y despiertos, tanto cuando cerramos los ojos en introspección como cuando los abrimos en nuestra vida cotidiana, es meditar. |
«Al ignorante le es indiferente ser consciente o no, el hombre sabio custodia la atención como el mayor de los tesoros» (Dhamapadda)
«Tú que buscas el camino que conduce al Secreto, retorna sobre tus propios pasos porque es en ti mismo donde este se halla» (Ibn Arabi)
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