Por David Vergara, Meditación y Sabiduría Perenne
Observamos que en su desenvolvimiento la Naturaleza o el Ser se expresa en partículas, organismos y criaturas, y que éstas se desarrollan cumpliendo una función acorde a sus condiciones y características. Al igual que una célula tiene un cometido específico para el correcto funcionamiento del organismo en el que se encuentra integrada, todas las entidades existentes tienen su ocupación dentro del universo en el que se encuentran integradas. Una función que, en ningún caso, puede ser privada ya que, aun siendo realizada por una particularidad, en cuanto que expresión del Ser o de la Naturaleza en la que participa, su cometido le trasciende. De tal forma que su existencia y, por ende, su propósito existencial, le supera como partícula, organismo o criatura ya que toda entidad se encuentra subsumida en órdenes superiores que la incluyen.
Pero es que, además, es realizando ese cometido que le trasciende como obtiene su apogeo particular. De otra forma sería imposible que lo obtuviera ya que su manifestación no se encuentra aislada del, o de los organismos, en los que actúa. Ciertamente, una entidad no puede tener una función a espaldas del mundo en el que se desarrolla y mucho menos, una función que le incumba solo a ella. No hay solistas en la big band del universo. Todo cometido particular es un cometido universal, pues todo organismo se debe al organismo universo en el que participa. De ahí que el trabajo que realiza una célula no tenga como fin la manifestación y apogeo de la propia célula, sino la manifestación y apogeo del organismo en el que habita. Y es en la plenitud del organismo en el que habita como obtiene su plenitud particular. En el caso del ser humano, la cuestión, el dilema, la disyuntiva, el drama existencial se produce porque, a diferencia del resto de criaturas y entidades no está en sintonía con el universo en el que habita. No se encuentra en comunión con el cosmos porque se cree un elemento aislado del cosmos. Un instrumento que no lleva el ritmo de la vida que le rodea. Al creerse un verso libre, sus actos, reacciones, entendimiento, conducta, pensamientos, sentimientos, forma de relacionarse y demás, no tienen como objetivo la simple expresión, el equilibrio y el devenir del universo sino el suyo propio. El hecho de no ser consciente de que forma parte de un todo en el que se encuentra subsumido, le lleva a actuar exclusivamente y por ignorancia en su propio beneficio. Un beneficio que, paradójicamente, nunca encuentra porque su realización es fruto de actuar en comunión con el universo del que forma parte indivisible. Es como si una célula quisiera encontrar su apogeo por ella misma, indiferente al organismo al que debe su función y su existencia. No solo le sería imposible hallarlo, sino que dificultaría el correcto funcionamiento del organismo en el que se desarrolla, tal y como observamos en las células cancerígenas. Claro, si la función de todos los seres, entidades y criaturas es expresarse como lo que son en comunión con el todo al que pertenecen, y existe una criatura pensante que ignora, que ha olvidado o que desconoce ser la pieza de un puzle que le trasciende, ciertamente, su cometido existencial (svadharma) no puede ser otro que hacerse consciente de ello. |
Solo sabiéndose una célula integrada en el cuerpo total del universo, puede confluir física, emocional y mentalmente en sintonía con él. No tiene otra manera de realizarse en plenitud. Todo lo que no sea este reconocimiento le hará percibirse como un ser incompleto ya que no se reconocerá como lo que realmente es.
El hecho de tener un cometido en el ámbito de la creación conlleva, necesariamente, estar dotado de las condiciones y características adecuadas para ese cometido. El diseño de todas las entidades y criaturas es perfecto. No hay algo que tengan por tener. Todo en ellas está milimétrica y detalladamente dispuesto para que participe de la creación en base a su naturaleza y su tarea existencial. Los seres humanos, debido a que ostentamos un sistema nervioso increíblemente evolucionado, podemos hacer, prácticamente, cualquier cosa en el ámbito de la creación. No hay nada que se nos resista. Y lo que se nos resiste, seguramente con tiempo y con los avances que producimos, lo lograremos en algún momento. Nuestra capacidad de hacer y deshacer es tan poderosa que el destino del entorno en el que nos desarrollamos depende en gran medida de lo que hacemos o dejamos de hacer. Tanto es así que estamos en disposición de destruir el planeta en el que habitamos. Precisamente, porque podemos hacer cualquier cosa, nuestro cometido, a diferencia del resto de seres y entidades no es hacer algo determinado. Nuestra misión no tiene que ver con el «hacer» porque toda acción está supeditada al conocimiento y, en el caso de los seres humanos, el conocimiento está filtrado por la estructura egoica que configura su mente. Desde ahí, da igual lo que hagamos porque todo está empapado inconscientemente del miedo y del deseo egoísta propio de esta estructura. Al estar sometido a la conformación mental-egoica dominante, el ser humano se entrega a la inercia de sus impulsos como si fueran innatos y «se olvida» de su sabiduría esencial. Nuestro propósito existencial, por consiguiente, es reconocer esta sabiduría en nosotros, hacer consciente nuestra naturaleza profunda, darnos cuenta de que más allá de la inercia dominante, en lo más hondo de nuestro ser, se encuentra la sabiduría que rige el universo entero. Un «darse cuenta» que, como tal, no es producto de «hacer» sino de reconocer lo que ya es, de penetrar en la superficie para observar lo que la sustenta, de vislumbrar lo que opaca la estructura egoica. Toda vez que reconocemos el centro de nuestro ser, nuestros actos, reacciones, entendimiento, conducta, pensamientos, sentimientos, forma de relacionarnos y demás, se realizan de forma certera en comunión con el cuerpo del cosmos en el que estamos integrados. Básicamente, porque el centro de nuestro ser es el centro del Ser. Por todo ello, el svadharma (propósito existencial) humano no es funcional sino de naturaleza consciente. De ahí que seamos seres conscientes. De ahí que seamos conscientes de que somos conscientes. De ahí que estemos provistos de autoconciencia, pues el hecho de tener un cometido en el ámbito de la creación conlleva, necesariamente, estar dotado de las condiciones y características adecuadas para ese cometido. «La verdadera profesión del ser humano es encontrar el camino hacia sí mismo» (Herman Hesse)
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Tú que buscas el camino que conduce al Secreto, retorna sobre tus propios pasos porque es en ti mismo donde este se halla
IBN ARABI |
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