La motivación de la Escuela es acercar la meditación y las enseñanzas perennes a todos aquellos interesados en iniciarse en ellas como lo que desde los albores de la humanidad son: una comprensión viva, un camino de sabiduría que únicamente puede recorrerse desde su aplicación en la vida cotidiana. Un camino que necesariamente está vinculado a un examen sosegado y profundo sobre nosotros mismos y sobre la realidad que nos envuelve.
«Una vida sin examen no es vida» (Sócrates)
La vida como camino de sabiduría
«Aparecemos existiendo en un universo inconmensurable, y necesitamos del conocimiento para sobrevivir, para relacionarnos y para desempeñar una función en él. Pero aparte de cuestiones meramente instrumentales, requerimos también un conocimiento profundo al que no podemos renunciar, aunque queramos.
Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos preguntado, aunque haya sido ante un fracaso o una crisis personal: ¿por qué ocurren las cosas?, ¿por qué y para qué existimos? Todos hemos buscado respuestas al sentido de la vida, bien cuando nos echaron del trabajo, cuando falleció un ser querido o cuando observamos desde nuestra pequeñez la inmensidad del mundo. Absolutamente todos, en un ámbito o en otro, apelamos a la sabiduría para afrontar el increíble reto de sabernos vivos. Buscamos comprender, porque, de alguna manera, intuimos que la comprensión contiene todo lo que necesitamos para realizarnos, para vivir en paz. |
La comprensión que demandamos, por tanto, no tiene nada que ver con un saber meramente especulativo con el que devanarnos los sesos para luego no extraer nada en claro de su análisis. Solicitamos una comprensión viva, una sabiduría de vida que se vea refrendada en el termómetro de la cotidianidad, en la relación que mantenemos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, así como en la resolución de los conflictos que provoca el propio devenir existencial en sus diferentes estratos. Una sabiduría que, necesaria e indefectiblemente, está vinculada al examen serio y profundo de la realidad, a profundizar en la pregunta fundamental de toda filosofía, ya que esta es la senda, la única senda que conduce a la fuente de la plenitud.»
David Vergara, El hilo de Ariadna en el laberinto de ser humano «… las “recetas” y las “técnicas” no funcionan a largo plazo (…) solo el conocimiento profundo de uno mismo, arraigado en el conocimiento de nuestro lugar en el cosmos puede ser fuente de plenitud…» (Mónica Cavallé)
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Un camino hacía nosotros mismos
«Los seres humanos nos desarrollamos entendiendo que la inconmensurable fuerza de la vida es un agente externo que se despliega ajeno a nosotros y, en consecuencia, que el poder y la sabiduría que rigen el universo acontece más allá de los límites marcados por nuestro organismo. La sentencia griega (conócete a ti mismo) nos advierte de este error, de esta inercia cognitiva provocada por las apariencias.
Nos sugiere modificar esta forma de concebir la realidad ya que la dirección que estamos siguiendo en el sendero de la vida nos aleja cada vez más del epicentro de la existencia; nos insta a virar ciento ochenta grados nuestro velero, pues de seguir el rumbo programado nunca llegaremos al puerto de nuestra verdadera naturaleza. El aforismo nos recuerda que todo lo que necesitemos comprender, resolver o realizar es en nosotros mismos donde debemos hallarlo. Todo, pues el centro de nuestro ser es el centro del Ser. El adagio nos sugiere que la joya del discernimiento ya habita en nosotros, y que, en cambio, es tratando de hallar este diamante fuera como nos alejamos irremediablemente de él. Toda vez que cambiemos la dirección que nos marca la vía externa por la que habitualmente deambulamos y entremos dentro de nosotros mismos, se abrirá ante nuestros ojos un nuevo camino por recorrer. En él, nos encontraremos con los aspectos superficiales, particulares y egocéntricos a través de los cuales y, debido al dominio que ejercen en la cognición, percibimos inconscientemente la realidad. A medida que profundicemos, haremos consciente también las estructuras psíquicas que modelan la naturaleza humana, para por último hallar en lo más hondo de nuestro ser a la sabiduría impersonal creadora de todo lo existente. |
El camino que señala el dedo de la sentencia délfica es el de conocernos a nosotros mismos para que hagamos consciente lo que somos en toda su dimensión: individuos, seres humanos y el Ser que Todo-Lo-Es. Quien se ha realizado lo sabe muy bien. Sabe que cada cual tiene que encontrar el camino hacia sí mismo y que lo más que puede hacer es esculpir en la fachada de los templos -para los que acudan en busca de orientación o de una solución a sus problemas- que la dirección que hay que seguir, siempre y en todos los casos, es hacía adentro.
Todo lo que necesitamos conocer ya se encuentra en nuestro interior, pero, si nos dejamos llevar por la inercia de considerar que el mundo exterior es la causa primera de nuestras alegrías y de nuestros males, entramos en un callejón sin salida, en un bucle que conduce a los mismos lugares insatisfactorios y dolorosos de siempre. Todos los seres humanos somos buscadores, pues en nosotros late una llamada a la plenitud, a la realización. Lo que no imaginamos es que esa plenitud ya anida en nuestro interior. Lo que estamos buscando, y lo que a veces creemos haber encontrado, ilusoria y fugazmente -en las relaciones, la riqueza, lo laboral, el éxito o el poder-, es a nosotros mismos. El camino, siempre y en todos los casos, es hacia adentro. El buscador es lo buscado.» David Vergara, El hilo de Ariadna en el laberinto de ser humano «Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses» (Tradición Hermética)
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Caminante, no hay camino sin paciencia y sin dificultad
«Vivimos una época en la que, debido a la cantidad ingente de información a la que tenemos acceso, hemos aprendido a engullirla sin pestañear, sin ni siquiera masticarla. El impacto de la tecnología en nuestras vidas nos permite tener experiencias intensas e inmediatas a golpe de clic. Pero, claro, el sitio al que nos dirigimos no es un estado superficial que se alimenta de comprensiones insustanciales y experiencias vacías; requiere una investigación pausada, una absorción, integración o refutación tranquilas de las enseñanzas. Así que, si usted que está leyendo esto ahora, nos acompaña en esta aventura, tiene que saber que no es un viaje sencillo, exento de grandes complicaciones. Tampoco inmediato. Para comprobar hasta qué punto son ciertas las enseñanzas perennes, tendremos que confrontarlas con nuestros propios esquemas egocéntricos, con nuestra particular y reducida forma de ver el mundo, y eso siempre produce tensiones, dudas, conflictos, rechazos. Tendremos que estar dispuestos a transformarnos, a desnudarnos frente al espejo del Presente, a permanecer tranquilos mientras graniza, pues solo, tras haber descargado la tempestad toda su furia, sale el sol para los que se mantienen serenos.
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Sí, ciertamente es un viaje complejo. Todo viaje iniciático lo es. Pero ¿es que acaso, sin haber emprendido este viaje, tenemos ya una vida sencilla, exenta de grandes complicaciones?, ¿es que no tenemos que enfrentarnos ya al dolor, a la muerte, al sufrimiento, al vacío interior de sentirnos incompletos? La aventura que las tradiciones de sabiduría nos proponen llevar a cabo es la aventura de la vida, de nuestra vida. En ella, conoceremos a vengativos dioses, pérfidos reyes, reinas embargadas por la locura, laberintos de los que parece imposible salir, monstruos híbridos con insaciable apetito, valientes héroes sin miedo a la muerte y heroínas de una sabiduría ancestral, pero, en definitiva, no estaremos haciendo otra cosa que encontrarnos cara a cara con nosotros mismos. Con el maravilloso tesoro de encontrarnos cara a cara con nosotros mismos.»
David Vergara, El hilo de Ariadna en el laberinto de ser humano «En la vida no puede tenerse nada sin vencer obstáculos» (Nisargadatta)
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Tú que buscas el camino que conduce al Secreto, retorna sobre tus propios pasos porque es en ti mismo donde este se halla
IBN ARABI |
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